La medicina estética ha crecido a pasos agigantados. Basta abrir Instagram para ver cientos de perfiles ofreciendo tratamientos, promociones y resultados “rápidos”. Pero hay algo que se ha perdido en medio de tanta visibilidad: la clínica detrás del procedimiento.
Porque no, armonizar un rostro no es cuestión de “verse linda”. Es cuestión de saber cómo intervenir un sistema tan complejo como la cara humana… sin romper su coherencia.
Y eso, solo se logra con un enfoque clínico real.
Hablar de enfoque clínico no significa “ponerse más serio”.
Significa que cada decisión estética parte desde la medicina, no desde la tendencia.
Implica comprender tu rostro como un sistema dinámico, en donde músculos, huesos, grasa, piel y expresión se relacionan de forma única. Y que cualquier intervención debe respetar esa lógica individual, no imponer una forma estándar.
Este enfoque parte de cinco principios fundamentales:
En Santiago (y en muchas partes), es cada vez más común encontrar:
¿El resultado?
Rostros que ya no se mueven con naturalidad.
Asimetrías nuevas que antes no estaban.
Pacientes que se sienten raras, o que sienten que se perdieron a sí mismas.
Todo eso se puede evitar cuando el procedimiento estético se trata como lo que es: una intervención médica, no cosmética.
En mi espacio de trabajo en Las Condes, lo primero que hago con cada paciente es conversar. Entender su historia, sus gestos, lo que le molesta y lo que no. Observamos juntas cómo ha envejecido su rostro. A veces traen fotos antiguas, a veces simplemente describen esa sensación de “ya no me veo como me siento”.
Desde ahí, armamos un plan.
No se trata de “embellecer”, sino de restaurar armonía, vitalidad y coherencia emocional.
Y muchas veces, eso significa usar menos producto, o incluso esperar antes de intervenir.
Nadie llega “en blanco”. Muchas mujeres vienen después de haber probado rellenos, toxina, PRP, hilos… con distintos resultados.
Mi rol no es juzgar. Es ordenar lo que hay, entender cómo ha sido tratado tu rostro y qué podemos hacer para devolverle su equilibrio. A veces es tan simple como disolver algo mal colocado. O reorganizar tratamientos que fueron hechos sin un hilo conductor.
Mucho mejor. Porque ahí podemos construir desde cero un enfoque clínico, preventivo y saludable. No tienes que esperar a “sentirte mal con tu cara” para empezar.
La mejor armonización facial es la que acompaña el paso del tiempo, sin pelear con él.
Atiendo en Las Condes, en el sector oriente de Santiago. Muchas de mis pacientes vienen de comunas como Vitacura, Lo Barnechea, Providencia y Ñuñoa, buscando un espacio donde se sientan escuchadas, respetadas y tratadas como lo que son: personas, no rostros a moldear.
Un plan clínico, preciso y respetuoso. Porque lo estético empieza en lo médico.